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Nada te turbe, nada te espante. Santa Teresa de Jesús.

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  Nada te turbe, Nada te espante, Todo se pasa, Dios no se muda.  La paciencia Todo lo alcanza;  Quien a Dios tiene  Nada le falta:  Sólo Dios basta. Eleva el pensamiento, Al cielo sube,  Por nada te acongojes, Nada te turbe. A Jesucristo sigue Con pecho grande, Y, venga lo que venga, Nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo Es gloria vana;  Nada tiene de estable, Todo se pasa. Aspira a lo celeste, Que siempre dura; Fiel y rico en promesas, Dios no se muda. Ámala cual merece Bondad inmensa;  Pero no hay amor fino Sin la paciencia. Confianza y fe viva Mantenga el alma, Que quien cree y espera Todo lo alcanza. Del infierno acosado Aunque se viere, Burlará sus furores Quien a Dios tiene. Vénganle desamparos,  Cruces, desgracias;  Siendo Dios su tesoro,  Nada le falta. Id, pues, bienes del mundo;  Id, dichas vanas;  Aunque todo lo pierda, Sólo Dios basta.

Cuando te juegas mucho.

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Cuentan que había un país en el que eran muy populares las competiciones de tiro con arco. Allí vivía un gran campeón que era querido y admirado por todos; desde el rey hasta el último de los súbditos. Aquel gran arquero no había sido derrotado jamás, así que el rey organizó un torneo al que fueron convocados todos los mejores arqueros de los países vecinos, y ofreció una enorme recompensa al ganador: dos bolsas repletas de oro, una docena de los mejores caballos, un cofre lleno de joyas, y el señorío de una fértil comarca. Sólo la atracción de tan magnífico premio atrajo a la competición a un grupo de participantes, pues todos estaban convencidos de que el ganador sería aquel fabuloso arquero dueño de una técnica depuradísima, una concentración excepcional, un pulso de acero, una vista de águila, una fuerza de oso y una experiencia insuperable. Tal era la seguridad en sí mismo que demostraba que nadie hasta entonces lo había derrotado y nadie creía que pudieran derrotarlo nunca. Empez

La anciana mendiga.

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En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada ―Confiar en la Alegría‖. Esta mujer observaba cómo reyes, príncipes y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría gustado más que poder hacer ella lo mismo. Así pues, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada. Sin embargo, al saber que quería el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras le expresaba este deseo: – No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría. Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a la iluminación‖ A lo largo de

Salmo 144

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Bendito sea el Señor, Roca mía, que mis manos adiestra para el combate y mis dedos para la batalla. 2 El es mi refugio y mi baluarte, mi fortaleza y mi libertador, mi escudo en que me amparo, él humilla a los pueblos a mis pies. 3 Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes? ¿Qué es el hijo de Adán para que en él pienses? 4 El hombre es como un soplo, sus días como la sombra que pasa. 5 Señor, inclina tus cielos y desciende, toca los montes para que echen humo. 6 Envía tus relámpagos, dispérsalos, tira tus flechas y cáusales estragos. 7 Desde lo alto tiéndeme tus manos, sálvame sacándome de las aguas profundas y de las manos de los hijos de extranjeros, 8 cuya boca dice falsedades y su diestra es una diestra de perjurio. 9 Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, y tocar para ti en la lira de diez cuerdas, 10 a ti que das a los reyes la victoria, que salvas a David, tu servidor de la espada que mata. 11 Aquí están nuestros hijos como plantas que van creciendo desde su niñez; n

La cuerda de la vida

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Cuentan que un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación. Pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde. No se preparó para acampar, sino que siguió subiendo decidido a llegar a la cima, hasta que se hizo la oscuridad. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña; ya no podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires...Caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida. Pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente sin

Ni tú ni yo somos los mismos

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El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo. Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de los sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó: -¿No estás enfadado, señor? -No, claro que no. sin salir de su asombro, inquirió: -¿Por qué? Y el Buda dijo: -Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada. El Maestro dice: Para el que sa

Tomalo con calma

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No te apures .Vas a vivir para siempre en alguna parte. De hecho, ahora estás en la eternidad; entonces porque apresurarte. No te preocupes .¿Que importancia tendrá esto en un lapso de veinte años? Perteneces a Dios y Dios es Amor, entonces ¿porque? No condenes. Así como no puedes estar debajo del pellejo de tú prójimo, tampoco te es posible saber que clase de dificultades ha tenido que confrontar el -cuanta tentación, falta de entendimiento o estupidez dentro de si mismo ha tenido que superar. Tu mismo no eres perfecto y serías mucho peor si estuvieras en sus zapatos.¡ No juzgues! No seas resentido Si un gran mal ha sido cometido, la Gran Ley seguramente se ocupará de ello. Elévate en conciencia y liberate a ti mismo, y al delincuente.El perdón es la medicina más poderosa. No rezongues ."Consume tu propio humo". Lo que ves es tu propio concepto; hazte un tratamiento y cambia eso. No arrebates. De todos modos no puedes retener, lo que no te corresponde por der