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Mostrando entradas de junio 17, 2012
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El influjo del Cielo, ejerciéndose continuamente, produce todos los seres. El influjo del Hombre Verdadero, propagándose uniformemente, hace que todo se le someta. El que intuye el influjo del Cielo, que está en relación con los Hombres Verdaderos, el que reconoce la virtud irradiada por el Emperador, sabe concentrarse en la paz meditativa del no actuar, por el cual todas las cosas alcanzan cumplimiento. La paz meditativa del Hombre Verdadero no es producto de una habilidad específica, no es lo que el mundo llama actividad: proviene de la actitud profunda de su ser, cuyo equilibrio nadie puede perturbar. Cuando el agua está perfectamente tranquila yace límpida y refleja hasta los pelos de la barba y de las cejas de quien se mira en ella. No hay nada que busque más el equilibrio y el reposo que el agua; y por eso es con agua con lo que se mide el nivel (por el nivel de agua). El agua obtiene de la inmovilidad su nitidez, y así también lo hace el espíritu vital. El corazón del Hombre