El Mahatma y el Tamarindo


Había un santo que vivía en un lugar retirado bajo un tamarindo. Realizaba su acto devocional de meditación cada día.

Existe un dios llamado Narada al que se le atribuye ser mensajero del Absoluto y que continúa descendiendo a la Tierra para reunir información con el objeto de mantener al Absoluto bien y plenamente informado. Narada estaba haciendo una de sus rondas cuando llegó cerca de este santo y entablo una conversación con él, con el deseo de saber lo que estaba haciendo.

El santo dijo: “Bueno, todo esto es una gran obra de teatro y de momento yo me ocupo del papel de la meditación, ¿y quién eres tú?” Narada respondió que era el mensajero del Absoluto y que estaba reuniendo información sobre los devotos de Dios para poder informarLe de toda su obra. El santo respondió que eso era excelente y le pidió que llevase un mensaje. “Si, ¿por qué no?” El santo le rogó “PreguntaLe cuando Le encontraré”

Narada se marchó, y algún tiempo después regresó y el santo le preguntó si tenía alguna respuesta. Narada respondió que sí que la había, pero que era una respuesta amarga y que era mejor que no se la diese para que su corazón no se afligiera. El santo le respondió entonces: “Pero si hay alguna respuesta del Absoluto, mi corazón nunca se abatirá, así que no te preocupes y dejádmela saberla.”

Narada le dijo entonces: “Mira este árbol, el tamarindo.

Tiene hojas muy pequeñas y tiene muchas. Pues tantas hojas como hay en el árbol, ese es el número de años que tendrás que esperar para encontrar a Dios; éste es el mensaje.”

Ante esta noticia, el santo entró en éxtasis y empezó a danzar en un estado de bienaventuranza, olvidándose completamente de sí mismo. Narada quedó absolutamente sorprendido por la actitud de este hombre que simplemente se ponía a bailar lleno de alegría al oír que tenía que esperar millones de años antes de ponerse unir con Dios. Entonces le dijo: “Espera un momento, ¿has entendido realmente lo que te dije? ¿Has entendido lo que mi respuesta implica para ti?” El santo respondió: “Sí, la he oído”, y Narada añadió: “¿Qué es lo que has oído?” El santo le repitió: “Que tantas hojas como hay en el tamarindo ése es el número de años que tendré que esperar hasta que Él llegue.” Narada le preguntó: “Bueno, ¿entonces por qué estás bailando?” El santo respondió:” Yo no estoy contando el número de años y de hojas; todo lo que importa es que he tenido un mensaje del Absoluto y que un día Él vendrá a mi encuentro; que nunca me dejará, y esto es lo que realmente importa.” E inmediatamente se puso de nuevo a bailar.

Narada se preguntaba qué es lo que estaba sucediendo, y en ese momento el mismo Absoluto descendió, abrazó al santo apareciéndose ante él. Narada quedo muy perturbado, y dijo: “Mi Señor, yo soy tu mensajero, pero no me dejes como mentiroso, ya que me dijiste que pasarían muchos años antes de que lo encontrases y esto es lo que yo he dicho al santo y ahora Tú has roto Tu palabra descendiendo inmediatamente. Ni siquiera esperaste una hora y ya has cumplido la promesa que suponía debía esperar durante años.”

Entonces el Absoluto respondió: “Estas cosas son para los hombres ordinarios; si hay alguien especial, entonces esta cuestión del tiempo y del espacio quedan anuladas y el encuentro debe ser instantáneo.”

Lo mismo puede aplicarse a personas de devoción o personas de conocimiento. Si existe un caso extraordinario en el que no hay nada más- sólo devoción o sólo anhelo de la verdad-, la unión debe tener lugar sin dilación alguna.



Extracto de “El hombre que quería Encontrar a Dios” Shantanand Saraswasti

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