Observa cada instante de Tu Vida


La vida empieza hablándonos de forma cariñosa, en voz baja. A
veces hay dificultad de escuchar, a menudo nosotros no oímos,
no entendemos, no queremos o no sabemos escuchar, y entonces
la vida nos habla un poco más alto. Si seguimos sin enterarnos,
la vida nos sigue hablando más alto hasta que nos da un grito y
esa experiencia del grito, que provocamos al no ser receptivos es
lo que llamamos enfermedad, dolencia o accidente. Es más
importante fijarse en el órgano o zona del cuerpo afectada que
en la enfermedad en sí. Lo que he descubierto es que la zona
donde tienes la dolencia no es ninguna casualidad, que hay un
esquema, un código mediante el que tienes la oportunidad de
encontrar cuál es la creencia o el hecho concreto de tu vida que
ha producido ese problema en tu cuerpo. Si encuentras la clave y
no sólo la encuentras sino que la aceptas, la vives de otra
manera, superas el juzgar si eso es bueno o malo y te das cuenta
de como este hecho te está apoyando, entonces la dolencia se
desvanece, no hay que hacer nada más, el problema desaparece.
Hace unos años trabajaba en Barcelona con un grupo de
afectados de esclerosis múltiple, nos veíamos todas las semanas
y en las terapias incluía la respiración y la conversación. Entre
ellos habla un mexicano que vivía en Catalunya y era productor
de televisión. Estaba casi paralizado, andaba muy mal. Para
cruzar calles anchas como la Gran Vía, tenía que esperar que el
semáforo empezara el ciclo verde porque no le daba tiempo a
pasar. En una de las terapias le pregunté qué significaba para él
un perro, qué experiencias había tenido él de pequeño con un
perro o si le había mordido alguno. Tardó un poco en responder,
y noté que mientras hablaba su cara iba cambiando. Nos dijo
que cuando tenía ocho años sus padres fueron encarcelados en
México por motivos políticos, y que él tuvo que acompañarles.
Explicó que en la prisión habla perros guardianes muy feroces y
que aunque no le mordieron nunca, pasó aterrorizado todo el
tiempo que estuvo allí. Le comenté que los problemas en las
piernas estaban relacionados con nuestras creencias acerca de
nuestra habilidad y el poder de ir hacia adelante cuando uno cree
que no puede ir hacía adelante. Metafóricamente los perros de la
prisión le impedían avanzar y esto podia estar relacionado con
su enfermedad. La semana siguiente, antes de empezar la sesión,
me pidió ser el primero en intervenir; al corresponderle el turno
nos dijo que no se trataba de hablar sino de demostrar, se
levantó y empezó a correr por la habitación. Nos contó que dos
días después de la sesión anterior, estaba en la Gran Via
esperando el cambio de semáforo para cruzar, que no sabia
cómo habla ido pero que en mitad de la calle el semáforo
cambió a rojo y que lo siguiente que recordaba era que estaba
corriendo.
Hay quien exclamaria ¡Milagro! No, o por lo menos no más
milagroso que la vida misma. Si uno observa algún hecho del
pasado, un momento de decisión con consciencia, lo transforma,
es como hacer un viaje en el tiempo. No es que uno se acuerde,
es que lo vive como presente, lo vive de corazón, uno nota
ciertos cambios interiores que se manifiestan también
exteriormente y entonces el cuerpo cambia.

Anthony de Mello (Extracto Medicina para el alma)

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